Si estás en la difícil edad de elegir carrera… no te compliques mucho la vida buscando algo que tenga salidas, hay muchas posibilidades de que, estudies lo que estudies, tu profesión esté obsoleta al tiempo de terminar tu segundo máster. Y si no es así, es posible que para entonces hayan desarrollado un software capaz de realizar tu trabajo de forma más eficiente, rápida y… por supuesto barata.
“Puede resultar difícil de creer, pero antes de que acabe este siglo, el 70% de los trabajos actuales probablemente serán remplazados por la automatización”. Better Than Human: Why Robots Will — And Must — Take Our Jobs
¿Un poco catastrofista? Si no lo has visto ya, deberías echarle un ojo al video que os dejamos a continuación, en el que explican como el desarrollo tecnológico acabará con un gran porcentaje de los puestos de trabajo en un futuro cercano. De hecho es un proceso que ya está ocurriendo, y para el que, como afirman en el video, no estamos preparados:
Vale, aceptamos pulpo… es posible que los camioneros y los taxistas tengan un futuro similar a las tiendas de discos, y no resulta difícil imaginar que las profesiones eminentemente técnicas puedan también ser sustituidas por inteligentes programas de software, pero otra cosa son las humanidades, ¿o no?
La cosa no está tan clara. Recientemente hemos conocido dos noticias interesantes (o preocupantes) de la disciplina humanística a la que pertenezco, la Historia del Arte, pero similares resultados pueden extrapolarse a otras especialidades.
La primera noticia cuenta que el centro de arte La Maison Rouge de París expondrá su colección en el orden fijado por un algoritmo informático. Ni en orden cronológico, ni alfabético, ni por el discurso creado por un comisario, las pinturas se dispondrán siguiendo los patrones (ligeramente aleatorios) de este software, que creará sin duda asociaciones sorprendentes. Parece ser que también el museo en memoria del 11 de Septiembre en Nueva York funcionará de forma similar.
Pero no solo el comisariado de exposiciones está en riesgo, también la investigación. Un reciente estudio llamado Toward Automated Discovery of Artistic Influence (hacia el descubrimiento automatizado de la influencia artística), firmado por Babak Saleh y un equipo de investigadores de ciencias informáticas de la Universidad de Rutgers, demuestra como un algoritmo informático aplicado a una gran base de datos de obras de arte es capaz de encontrar relaciones entre ellas nunca antes vistas por los historiadores.
Aunque tenemos que reconocer que de momento esto no es suficiente, la labor de un historiador del arte va mucho más allá de encontrar influencias entre obras y artistas, así lo remarca Griselda Pollock, catedrática de la Universidad de Leeds:
“Para estudiar historia del arte, necesitamos saber economía, política, literatura, filosofía, idiomas, teologías, ideologías, etc., al tiempo que estudiamos para entender la reflexión del arte. El arte reflexiona a través de la creación, a través de las formas y de los materiales y, durante el pasado siglo, la historia del arte se ha visto enriquecida por perspectivas feministas, postcoloniales, homosexuales y transnacionales. Ya no buscamos conexiones, hacemos preguntas. No somos centros de diagnóstico buscando síntomas comunes, ni criminólogos en busca de pistas que conecten una cosa con otra”.
Ni siquiera estos. Como explican en Humans Need Not Apply ya se han creado programas de escritura para la prensa, y software para crear música automática. Incluso los artistas exclusivamente “performativos”, como los actores y actrices podrían estar en peligro.
Hace unas semanas se estrenaba en nuestras pantallas la película The Congress del director israelí Ari Folman. Esta película de ciencia ficción está protagonizada por Robin Wright, que interpreta el papel de una actriz que decide escanearse digitalmente y ceder toda la propiedad de su imagen a una empresa, para vivir de los derechos generados por las películas creadas con su alter ego digital.
¿Suena disparatado? Recordemos el interesante incidente de Ellen Page en la industria del videojuego. La actriz decidió actuar, mediante sensores de movimiento, en Beyond, un juego para Playstation. La sorpresa llegó con The last of us, un juego con el que Ellen Page no tenía ningún tipo de acuerdo, pero cuya protagonista digital resultó tener un parecido más que sospechoso con la actriz, que se molestó mucho por el “robo” de imagen. Para muestra un botón:
¿Recuerdas el capítulo de Futurama en el que Fry se compra un robot genérico que puede personalizarse con el aspecto de cualquier famoso/a? La realidad cada vez se acerca más a este paródico futuro.
El problema es mucho más profundo de lo que podamos pensar en un principio. Por mucho que los robots y algoritmos nos quiten el trabajo productivo, ¿para quién van a producir si no tendremos dinero para consumir? El futuro distópico que pronostica Humans Need Not Apply supondría un cambio de paradigma radical, una reconfiguración socio-económica que ni somos capaces de predecir.
Muchos optimistas afirman que se crearán nuevos puestos de trabajo para nosotros, otros van aún más lejos y afirman que una sociedad en la que todo el trabajo lo realicen las máquinas puede suponer la materialización de una utopía en la todos tendríamos de todo y desaparecería el dinero. En el lado contrario están los catastrofístas que aseguran violentas revueltas sociales y revoluciones luditas que nos podrían llevar de vuelta al siglo XIX.
Todavía es pronto, y como decía Edgar Allan Poe: “Nuestro futuro está en el aire”. Veremos si los robots acaban salvándonos o aniquilándonos, lo único que tenemos claro es que están aquí para quedarse, con nuestro trabajo.
Diseñador digital, historiador del arte y friki sin límites. Escribo sobre series en OchoQuince y sobre Arte y cultura digital en Realidades Inexistentes.
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